Este año en Chile

Este año en Chile
Descubrirás el secreto mas grande de todos..."

jueves, 26 de agosto de 2010

CAPITULO FINAL


LUNES 30 DE AGOSTO

POR FIN


CAPITULO FINAL


La Rebelión de los Creyentes

martes, 11 de mayo de 2010

NOVELA - CAPITULO 1

“No te rindas Sergio, No te rindas" se repetía una y otra vez Sergio mientras cruzaba el camino de tierra montado en su bicicleta a toda velocidad. Su reloj marcaba las nueve de la noche y la oscuridad comenzaba a caer sobre los terrenos del pueblo de "Santos".

Iba sumergido en su desesperación cuando un inmenso viento lo envolvió. La tierra y las hojas de los árboles volaron a su alrededor. Trataba de mantener los ojos abiertos pero no podía.

Fue un día extraño - Pensó - mientras recordaba que al amanecer de aquella mañana había muerto su mejor amigo inesperadamente; "El padre Ignacio" y una extraña nube negra en forma de cruz había aparecido en la ciudad de Santiago, llamando la atención de todos los medios de comunicación.

¡No me puedo detener! - Se dijo y aceleró la velocidad de su vieja bicicleta.

Por fin salió del camino de tierra y las ruedas de su "cleta", como Sergio la llamaba, tocaron el asfalto de la carretera que lo llevaría al centro del pueblo. De pronto la bocina de una camioneta verde que venía a toda velocidad tras él, hizo que su sangre se congelara. Intentó moverse pero no pudo y volteando la bicicleta se encontró de frente con el parachoques del automóvil al mismo tiempo que las luces delanteras lo encandilaron y él cruzó sus brazos como si con ese acto pudiera detener la alocada carrera del vehículo.
- ¡¡No!! – Gritó Sergio


- ¡Sergio!... ¡Sergio despierta! – Exclamó su hermana mientras zamarreaba a Sergio como un títere - ¡Me asustaste! – Dijo angustiada Liliana y agregó – Tenías otra pesadilla

Sergio abrió sus ojos a la realidad y comprobó que todo había sido una terrible pesadilla. Casi tan real, que tuvo miedo de seguir dormido. Estaba blanco como el papel y completamente sudado.

Sergio se disculpó y tomó un sorbo de agua desde el vaso que la noche anterior había dejado sobre su velador, previniendo que quizás tendría fuertes pesadillas como le había pasado en el último tiempo. Eran las nueve de la mañana.

- Anoche pasó algo terrible - Anunció su hermana

El muchacho buscó en la mirada de Liliana alguna señal para poder adivinar de qué se trataba, pero le fue imposible predecir las palabras que ella diría.

“El padre Ignacio sufrió un ataque al corazón. Un ataque fulminante y murió al amanecer”

Sergio quedó sin habla. No se podía explicar como el padre Ignacio había muerto, si la tarde anterior le había ayudado a celebrar la santa misa. Encendió temblando el televisor y una periodista citadina comentaba "La extraña forma de una nube negra en forma de cruz que había llamado la atención de todos en Santiago".

Sergio sintió un escalofrío en su espalda y el terror lo envolvió. Todo sucedía tal como en su sueño. “El padre Ignacio moría inesperadamente y aparecía en el cielo de Santiago una nube negra en forma de cruz, el mismo día en que él moriría atropellado por una camioneta verde”. Lo comprendió todo: A las nueve de la noche de aquel día, en la entrada del puente sería el lugar y la hora de su muerte.”



Secreto
Santo

I PARTE
(GUERRA – PASIÓN Y FE)



Autor : Juan José Álvarez G.







Capítulo 1: “La carta”

“En el peligro, Señor, estás conmigo”

Existen muchas formas de vivir la vida. Hay quienes se la pasan riendo y alegrando a otros. Hay quienes se la pasan llorando y esperando ayuda. Existen algunos seres que dedican su vida a la fe y otros que no creen en nada. Sin embargo, todos, todos, todos, los seres humanos guardan un secreto. Un dolor, una alegría, algo a lo que recurren cuando se sienten solos. Algo que les hace compañía en las noches cuando la cabeza se recuesta en la almohada.

“Buenos días don Vicente”. “Buenos días jefe”. “Bienvenido don Vicente”… Variadas frases así escuchaba Vicente del Toro todos los días al entrar en su imperio económico en la ciudad de Santiago. Sin embargo, él jamás respondía nada pues consideraba a las personas simples objetos que eran parte del tablero en el que jugaba a diario con sus vidas. Nunca se detenía a pensar demasiado sus decisiones y si tenía que acabar con alguien no dudaba en hacerlo, y en especial con aquellos que se le oponían.

Vicente del Toro había sido uno de esos hombres de corazón puro y valiente. De los que se levantaban con ánimo y fe; confiados en que el futuro siempre podía ser mejor. Nunca le había faltado nada. Había crecido rodeado de lujos y dinero. Tuvo todo lo que el dinero pudo comprar y eso incluye cosas que muchos han soñado solamente. Algunos dicen que ahí estaba el problema, porque su belleza interior se fue muriendo cuando llegó a ser el empresario más rico de la historia, aunque muy pocos saben que Vicente del Toro guarda un secreto y un dolor muy grande en su corazón que tal vez nunca va a sanar.

Aquella mañana bajó de la limusina y miró al cielo. Muchas personas deambulaban con la cabeza curvada mirando hacía arriba, extrañados por una nube negra en forma de cruz que se había alzado en los cielos chilenos.

Entró a su ascensor personal. Esperó pacientemente que el cubículo de espejos subiera los pisos necesarios hasta llegar al piso 21 donde estaba su oficina. De pronto se miró a los ojos y su propio reflejo le pareció ajeno.

¿Dónde estaba el Vicente de su juventud? Aquel que no tenía miedo a reír, luchar y soñar. Se puso serio y comprendió que aquel Vicente era solo un vago recuerdo igual que un lugar llamado Santos. Ahora su vida transcurría entre reuniones, viajes y eventos en la gran ciudad. Enojado golpeó el espejo frente a él trizándolo en siete partes iguales. Su reflejo fue distinto, su cara estaba desfigurada y así se sentía. “Quebrado por dentro”, aunque nadie jamás debía saberlo.

- Buenos Días don Vicente, disculpe, es que llegó esta carta para usted – Susurró en voz baja la secretaria del afamado empresario mientras se retiraba de la oficina un rato después- Dijeron que era de suma importancia que la recibiera y la leyera solo usted, por eso no la abrí. La carta llegó ayer.
- Déjela sobre el escritorio y pídame un café - Ordenó Vicente sin siquiera saludarla y la secretaria se alistó a salir
- Si – Respondió al instante la mujer y luego dudosa se detuvo antes de retirarse – disculpe que lo moleste, pero quería saber si mi esposo obtuvo el puesto de trabajo, es que nosotros necesitamos el dinero, usted sabe que yo seré madre pronto y…
- ¿Tu esposo no te lo dijo?- La secretaria guardó silencio – No lo pude contratar porque se negó a firmar el anexo al contrato…
- Mi esposo es muy creyente en Dios don Vicente, pero eso no significa que no sea un buen trabajador… por favor, se lo pido… contrátelo igual…
- ¡No!... la condición para trabajar para mis compañías es la misma para todos… “Sino firman el anexo donde aseguran que Dios no existe, no pueden trabajar conmigo”. – Impuso el empresario con el aura de odio que lo rodeaba.

Ella bajó la mirada. La batalla estaba perdida pues su marido era demasiado creyente y jamás negaría la existencia de Dios ni por todos los trabajos del mundo. Derrotada salió de la oficina y una vez que cerró la puerta respiró tranquila. Le molestaba mucho ser la secretaria de Vicente del Toro, pero no tenía opción pues necesitaba el trabajo. Mirando a todos lados y preocupándose que nadie la viera, se persignó y mientras caminaba a buscar el café, susurró: “Perdóname Dios mío, soy una cobarde por negarte”.

Nadie entendía bien el odio de Vicente del Toro hacía Dios, pero algunos aseguraban que si lo odiaba y lo negaba, era porque en el fondo creía en él. El empresario buscó sus pastillas. No estaba seguro si debía tomar la pastilla para la presión alta, para los mareos o para prevenir ataques cardiacos. Negó con la cabeza mientras dejaba sobre el cenicero la colilla del cigarro que aún no se fumaba. Se puso de pie y caminó hasta el ventanal de su edificio. Miró Santiago bajo sus pies y se sintió dueño del mundo. Recordó cada uno de los lugares que había visitado a lo largo de su vida y se preguntó que lo había incentivado a establecerse en Chile, sabiendo que existían lugares mucho más poderosos económicamente. Levantó la cabeza y miró aquella extraña nube negra en forma de cruz que llamaba la atención de todos en la ciudad y sonrió. Pensó en la publicación del libro que había financiado ayudando a un escritor para convertir en un Best Seller un escrito sobre el priorato y la supuesta descendencia de Cristo en la tierra. Cosa que mezclada con Da Vinci, ponía en duda la fe.

Inesperadamente, a través del reflejo de sus ventanales, sus ojos se cruzaron con el sobre que la secretaria acababa de dejar encima de su escritorio. Caminó y lo tomó entre sus manos. Lo volteó y su vida se detuvo en aquel segundo, pues el sobre traía de remitente el pueblo de “Santos”.

Algo en su interior se revolvió como una serpiente al enterarse la procedencia del escrito que tenía en sus manos. Enojado y furioso lo arrugó y lo dejó caer en el basurero. Transpiró como un atleta en una loca carrera y pensó que moriría de la impresión. Habían pasado tantos años y que aunque sabía que tarde o temprano se cumpliría el plazo, no estaba preparado para aquel día.

Con el corazón acelerado el empresario olvidó sus fármacos, el cigarro y todo, caminó a la salida como si intentara escapar de un asesino que lo perseguía. Abrió la puerta para salir, sin embargo, el reflejo del sobre en un pequeño vidrio puesto en la puerta, le volvió a recordar que una carta con el remitente de “Santos”, lo acechaba. Miró a todos lados y sintió temor. Respiró profundamente y decidido volvió a tomarlo para dejarlo caer en la máquina picadora de papel, sin embargo, la curiosidad crecía con cada segundo y eso lo atormentaba. Sabía que si la carta venía desde Santos algo malo traía consigo. Y a pesar de lo fuerte que era el afamado empresario, la impaciencia y la curiosidad le estaban ganando.

Sus dedos se deslizaron por el papel hasta que finalmente la abrió cambiando su vida para siempre. Cuando terminó de leer, sus ojos cristalinos reflejaban venganza. “Llegó a hora, Si Existe Dios, deberá demostrarlo” Dijo.


Santos no es un pueblo tan conocido, pero es sin duda un lugar hermoso. Lleno de tierras verdes y parajes paradisíacos envuelve con su aroma a cualquiera que lo visite. Lo que más gusta a las personas que han escuchado de esta localidad, es la fe con que sus habitantes profesan sus creencias. Oculto en un hermoso valle nortino, Santos, más que un pueblo, es un templo de oración constante.

Esa mañana durante el desayuno Sergio estuvo casi totalmente en silencio. Sus pensamientos se reducían a la pesadilla que había tenido la noche anterior. Su padre, con el que hablaba muy poco, le preguntó que sucedía pero él no quiso contarle. "Nadie me creerá" Dijo para si.

¿Qué hacer en el último día de vida? Nunca se había preguntado algo así. Es más, estaba convencido de que nadie lo hace, aunque alguien dijo una vez que cada día hay que vivirlo como si fuera el último. "Esta vez... era algo literal".

Durante el último tiempo Sergio había comenzado a tener extraños sueños. El primero de ellos fue el que más recodaba y había sucedido solamente unos meses antes: "Se encontraba en un lugar que no conocía, muy oscuro donde apenas podía ver la palma de sus manos. Escuchaba voces en todos los idiomas conocidos en el mundo y entre aquellos lamentos mundiales podía sentir que sus pisadas recorrían un camino de tierra y piedras. De pronto a una distancia prudente aparecía una mesa de color café con un paño blanco y una vela encendida muy levemente, pero que alcanzaba a irradiar luz suficiente para que viera sus manos. Inesperadamente una voz muy cálida y dulce lo llamaba por su nombre y él caminaba hacia la vela, como si la voz saliera de la ahí: "Sergio, Sergio".

En el sueño caminaba y al llegar hasta el haz de luz veía a dos personas paradas una a cada costado suyo. Eran dos personas que no dejaban ver sus rostros. Los tres se arrodillaban. Sergio cerraba sus ojos y la voz decía: "Yo los nombro caballeros de la guerra santa, en el nombre del padre y sentía una luz en sus ojos a la altura de su frente. En el nombre del hijo y sentía un calor en su vientre. Y en el nombre del Espíritu Santo; y Sergio sentía que su corazón se aceleraba. Luego de aquello abría sus ojos y parecía que estaba parado sobre la luna y podía mirar el planeta tierra desde el espacio exterior rodeado de estrellas y luces. Los lamentos aumentaban y Sergio se desesperaba hasta que una gran explosión al sur del mundo hacía mil pedazos a la tierra y una voz aterradora gritaba "¡¡¡Sergio!!!".

Fue el primero de muchos sueños extraños que comenzó a tener. Todos terminaban en lo mismo. Lamentaciones y tragedias que precedían a una gran explosión.

Luego los sueños fueron cambiando paulatinamente, de pesadillas a sueños premonitorios. Partió soñando cosas simples como las comidas que prepararía su madre al día siguiente, la ropa que usaría su hermana en unos días y los resultados de algunos partidos de futbol. Hasta que llegó la noche en que soñó su propia muerte atropellado por una camioneta verde en la entrada del puente a las nueve de la noche.

- ¿Qué te pasa? - Preguntó Liliana cuando llegó cerca de las tres de la tarde junto a Sergio que estaba sentado bajo un manzano del patio de su casa. Sergio respondió que nada - ¿Estás aburrido porque hoy no puedes trabajar por el velorio del padrecito o estás triste por su muerte?
- Déjame solo - Respondió Sergio y miró el árbol desde abajo cuando le cayó una manzana en la cabeza
- ¿Sabes que es lo rico de vivir en Chile? - Preguntó Liliana acomodándose junto a su hermano mayor - Que es un país libre y uno puede sentarse donde quiera... ¿Estás así por la enfermedad del tata?
- Me voy a morir - Respondió Sergio
- ¡¿Qué?! - Exclamó Liliana levantándose de súbito - ¡¡Mamá!!,¡¡Mamá!! - Grito hacía el interior de la casa
- ¡Cállate! - Gritó Sergio y su hermana guardó silencio inmediatamente - Lo soñé... Soñé que hoy moriré atropellado

Liliana se quedó seria. Lo miró y le tocó la frente para ver si tenía fiebre. Caminó atrás y se largó a reír.
- Sabía que no me creerías - Dijo Sergio y le contó todo el sueño.
- Si el sueño es cierto, lo único que tienes que hacer es no salir a las nueve para ningún lado

Sergio se quedó pensativo. Luego reaccionó

- Ya se lo que haremos. Acompáñame - Sentenció y su hermana pequeña lo siguió como siempre. Sergio había tomado una decisión: "Evitaría su propia muerte de cualquier manera y de paso enfrentaría el primero de sus miedos".

Entró a su pieza. Sacó una mochila y tomó algunas herramientas que su tata utilizaba para arreglar el tractor. Fue donde su madre. Le dio un beso apretado mientras ella preparaba unas cosas para poder ir al velorio del padre Ignacio en el centro del pueblo. Le dijo que la quería, mientras se preguntaba porque nunca se lo decía. Fue a ver a su tata que permanecía dormido por los remedios y lo besó en la frente. Junto a Liliana salieron de la casa en busca de alguna camioneta verde y grande fue su sorpresa al comprobar que en el pueblo solo existía una camioneta de ese color, y era de los padres de su peor enemigo. Franco, el gran amor de su pequeña hermana.

Franco, el joven que Sergio tanto odiaba, no era malo, lo que pasaba es que era lejos la persona con más mala suerte que había. El día que Franco nació se enredó con el cordón umbilical y casi muere ahorcado por él mismo. Más tarde lo metieron a una incubadora, puesto que nació prematuro, y a las enfermeras se les olvidó aislarlo por lo que le entró una infección que lo mantuvo muy enfermo durante los primeros meses de vida.

Su madre nunca pudo darle leche materna. Sufría una dolencia que le impedía generarla por lo que Franco fue criado con leche artificial y a los nueve meses atorado con leche seca en su mamadera estuvo al borde de la muerte. Ya más niño, Franco, se convirtió en un muchacho un poco rebelde. Algunos decían que se debía a que su madre jamás estaba con él, puesto que viajaba mucho con su marido que era el alcalde de Santos.

Cierta vez jugando al fútbol, Franco, rompió el vidrio de la oficina de dirección en el colegio donde estudiaba con tan mala suerte que algunas astillas le rebotaron en los ojos haciendo que pasara sin ver nada durante dos años. Solo y casi a ciegas, sus padres no suspendieron ninguno de sus compromisos y lo continuaron dejando a su suerte entre lujos, sirvientes y dinero que en el fondo jamás reemplazaría lo que a él le hacía falta y que era “Amor”.

Quizá fue por eso, o porque no conocía otra vida que Franco cayó en las drogas y estuvo casi toda su adolescencia sumergido en la oscuridad del vicio. Sin embargo, a pesar de todas las cosas malas que vivió jamás perdió su sentido del humor.

Cuando conoció a la hermana de Sergio, él ya tenía cuatro o cinco años de diferencia con la adolescente. Se podría decir que se enamoró casi al instante y por ella intentó dejar sus vicios, pero su dependencia le jugó en contra y la hizo mucho sufrir. En ese momento Sergio comenzó a odiar a su futuro cuñado.

Un buen día, Franco, se fue de Santos a una clínica privada que le consiguió la nueva religión de sus padres. En completa soledad, rodeado de espectros vivientes estuvo al borde de la muerte, sin embargo, algo en su interior lo empujaba a no darse por vencido, y ese algo era la esperanza de volver a ver a "Liliana".

De Franco nunca nadie dijo algo bueno, pero a pesar de todo, a él no le importaba mucho el pensamiento de los demás, al contrario, vivía su vida lo mejor que podía y disfrutaba cada momento que tenía. Sobre todo después de haber vuelto de su corta terapia de rehabilitación en un sanatorio para drogadictos. Encerrado y en soledad había comprendido el valor de ser libre en la vida.

Era el día en que había fallecido inesperadamente el padre Ignacio. El día en que Sergio moriría atropellado por una camioneta verde y el día en que Vicente del Toro recibió una carta con remitente de Santos, cuando Franco decidió reencontrarse con Liliana. No sabía bien que le diría y cada minuto que pasaba lo ponía mas nervioso. Su mala conducta lo había alejado de la muchacha que le robaba el sueño y a su regreso a Santos, había esperado un tiempo antes de enfrentársele. Franco, sentía que ese día era especial. Estaba seguro que algo extraordinario le sucedería esa misma tarde. Podía sentirlo.


A las seis en punto el avance de noticias de Santiago comenzó a transmitir por televisión destacando entre sus titulares la extraña forma de una nube negra que desde abajo se asemejaba a una cruz. Expertos en ciencias comenzaban a especular sobre el contenido de la nube que parecía no moverse. Incluso algunos comenzaron a hablar de señales apocalípticas y del fin del mundo. Nostradamus, El Calendario Maya y la cercanía del año 2012 fueron temas de conversación en los hogares chilenos. Eso, hasta que dos nubes más aparecieron en la misma forma y con el mismo color sobre los cielos de Nueva York y Paris, haciendo que personajes de todos los ámbitos sociales se mantuvieran pendientes del fenómeno.

Mientras las noticias transmitían en vivo desde la capital, Raquel entró al edificio de las oficinas de Vicente del Toro. Ya todos la identificaban como a la asistente personal del afamado hombre de negocios. Algunos decían que ella y el Toro mantenían una relación, pero nadie podía asegurarlo. Lo que nadie sabía era sus conocimientos científicos y matemáticos que se ocultaban perfectamente bajo su esbelta figura. En su corazón en cambio no había cabida para los sentimientos y lo único que se asemejaba a un sentimiento era la relación a distancia que mantenía con su única hija, que estudiaba en un internado de Londres.

Raquel miró su reloj para no saludar al guardia pues le molestaba intercambiar palabras con personas de otros estratos sociales inferiores a ella. De pronto mientras esperaba el ascensor notó que un periodista muy insistente estaba parado en la entrada del edificio y se dijo: "Este tipo no va a descansar hasta que descubra nuestro secreto". Se abrió el ascensor y subió marcando el piso 21. Junto a ella subieron dos personas más que bajaron en el piso 15.

Cuando estuvo sola abrió rápidamente su cartera mientras se repetía mentalmente "Rápido, rápido" sacó una llave y la introdujo en una pequeña ranura que a penas se veía junto a los botones numerados de los pisos. El ascensor llegó al piso 20 y siguió continuó su trayecto, pero la velocidad de este disminuyó mucho y en medio del piso 20 y el piso 21, se detuvo y se abrieron las puertas.

Raquel bajó en menos de tres segundos y las puertas se volvieron a cerrar. Estaba en el verdadero piso 21. Un piso intermedio y oculto que escondía el secreto más grande de Vicente del Toro. Entró en una especie de cubículo cristalino donde se vistió con un traje blanco y unos audífonos del mismo color pero con una extraña forma de "S". Dijo al aire como si fuera escuchada en la distancia: "Vicente... Ya estoy aquí" y atravesó las puertas de cristal donde algunas personas también vestidas de blanco le dieron la bienvenida. Ella sonriendo como siempre murmuró: "Bien, aquí vamos".


Santiago y Santos. Dos puntos del planeta tan diferentes como un gigante y una hormiga, pero que permanecen unidos por un secreto que podría cambiar al mundo para siempre.

La localidad campestre de Santos cuenta con una gran parroquia pintada de color celeste que recibe a diferentes visitantes cada año. Cuenta con un inmenso y florido patio más diferentes piletas e imágenes que adornan el lugar. Además detrás del templo existe un amplio bosque abandonado que es conocido por un inmenso árbol en su centro que todos llaman “Árbol del Alfa”, porque se dice que está ahí desde el inicio del mundo.

Franco, nunca había visitado un lugar católico ya que su familia era de otras creencias. Su sorpresa fue grande al entrar en el patio delantero de la parroquia de Santos pues eran muchas las personas que comenzaban a instalarse para pasar la noche en vela cantando al aire libre por el descanso eterno del sacerdote que había muerto. Miró a todos lados buscando con nerviosismo a Liliana, más sus ojos no la encontraron pues a esa misma hora, su juvenil amada estaba con su hermano, Sergio, intentando ayudarle a cambiar el destino fatal que había visto en su supuesto sueño premonitorio.

Estaba claro que Sergio y Franco jamás serían amigos, pues eran tan distintos como el día y la noche. Pero hasta el día y la noche se unen en un punto.

A Sergio se le había metido en la cabeza que la camioneta que lo atropellaría sería la de Franco y por eso quería saltar la muralla para entrar en la casa del alcalde.
- ¡Sergio!, los papás se van a enojar si no llegamos al velorio del padre Ignacio en la parroquia – Reclamó la hermana de Sergio un poco enojada mientras este subía por una pandereta de cemento ayudado por ella – No creo que tu sueño sea una predicción y menos entiendo porque quieres entrar a la casa de Franco – Agregó la jovencita.
- ¡Cállate! – Respondió Sergio – que nos pueden escuchar – Y desapareció.

Liliana miró a todos lados con la sensación de que estaban haciendo algo malo. Habían pasado todo el día investigando los autos del pueblo y no entendía porque si Sergio tenía tanto miedo de morir, no se quedaba en casa y punto. Lo que si sabía era que si sus padres los descubrían tendrían muchos problemas. Por otro lado, estaba atrasada para reunirse con Franco en la parroquia de Santos y lo extrañaba mucho. Quería saber si el muchacho había cambiado algo o seguía siendo el mismo delincuente. Esperó unos momentos y viendo que Sergio no volvía se marchó corriendo rumbo a la parroquia del pueblo.

- ¡Ya! – Exclamó Sergio que saltó de la muralla a la calle con cara de alegría – Pinché todas las ruedas de la camioneta verde que tienen en esta casa – Dijo, pero grande fue su sorpresa al verse solo en la vereda. Pensó un momento las cosas y luego se marchó corriendo bajo el atardecer que estaba a minutos de dar paso a la noche.

Franco entre tanto sin imaginar lo que hacía su amada la seguía buscando entre las personas que se acumulaban como hormigas en los patios delanteros de la Parroquia de Santos. Mientras lo hacía pensaba una y otra vez en como las personas cambian cuando se enamoran. Por Liliana había dejado el vicio y la mala vida para que ella pudiera sentirse orgullosa de él.

Caminó y se sentó junto a la pileta para mirar a gente acomodarse. De pronto levantó la cabeza y la figura albina y rígida de una estatua a la virgen se levantó imponente ante él. Al verla el muchacho suspiró.

Jamás había creído en los milagros y mucho menos en la virgen, que según su religión era simplemente una mortal. Confiaba en si mismo y la verdad a pesar de su rehabilitación seguía sin creer en nada. Sin embargo, era consciente de que le convenía aparentar delante de sus padres una supuesta fe en Dios. Además el consejo de su padre siempre le había dado vueltas “Hijo, nunca seas como los católicos que viven adorando estatuas”.

Negando con la cabeza al recordar aquella frase recorrió el lugar con la vista nuevamente y comprobó que Liliana aún no llegaba. Se metió la mano al bolsillo y sacó una moneda extranjera que era mucho más grande que las monedas nacionales. Miró la estatua de la virgen y luego el agua de la pileta a los pies de esta. No sabía bien como, pero de pronto sintió la necesidad de creer en algo. Recordó que había leído que los humanos creen más en Dios y los santos cuando están en problemas; y aunque sabía que no debía hacerlo la tentación le estaba ganando. Disimuladamente cerró sus ojos y dijo suavemente: “Por favor señora, haz que Liliana venga pronto, te dejo esta moneda de regalo” y abriendo sus ojos la lanzó a la fuente de la virgen.

La moneda voló por los aires y bailó en el viento antes de sumergirse en las aguas como si estuviera manejada por las manos del destino. Pero la suerte de Franco no cambiaba y la moneda cayó precisamente en el desagüe tapando la cañería por lo que la pileta comenzó a llenarse. Franco miró aterrado a todos lados viendo que varias personas con niños pequeños armaban carpas y fogatas. “¿Qué hago?” pensó y se arremangó la camisa. (Camisa que por lo demás había planchado mil veces con cuidado para impresionar a Liliana). Metió su mano bajo el agua y a tientas recorrió el fondo de la pileta con los dedos buscando el orificio tapado. Por fin lo encontró y retiró la moneda haciendo que el agua succionara su dedo y le impidiera moverse. Así estaba de lado en la pileta, con la mano succionada por el orificio de la cañería, sin poder moverse mientras el agua subía peligrosamente y se acercaba al costado derecho de su cara anunciando que pronto le cubriría la cabeza completa, dejando el resto de su cuerpo fuera del agua.
- “Por la cresta” – Susurró y agregó: ¿Porqué a mi? - Se preguntó - ¡¡Auxilio!! - Gritó finalmente haciendo que todos voltearan a verlo.

No se podría decir que Santos es un pueblo de clase rica. En sus terrenos habitan personas de todos los ámbitos sociales, pero la mayoría son pueblerinos de escasos recursos; familias que con esfuerzo crían y educan a sus hijos. Entre ellos están los padres de Sergio.

Al muchacho que había tenido el sueño premonitorio, le encantaba la simpleza en todo. Vivía con sus padres y hermana, pero su gran apoyo y ejemplo, era su querido abuelo. A diferencia de Franco que lo tenía todo monetariamente, Sergio pasaba bastantes necesidades económicas, pero le sobraba amor.

Su tata, como él lo llamaba, lo había acompañado desde pequeño y a medida que crecía la relación se hacía mas estrecha, pero también eso provocaba que cada día se alejara más de su padre, quien siempre tenía algún compromiso que cumplir en la parroquia, donde se desempeñaba como agente pastoral; Ayudando, misionando y evangelizando a todos, pero con Sergio, su hijo, tenía una pésima relación. Recién en el último tiempo se habían acercado un poco y era porque el joven había hecho una muy buena amistad con el padre Ignacio hasta el punto de ayudarle en misas y pequeños encargos.
- Hola tata – Saludó Sergio a su abuelo al llegar a la casa, pero su tata estaba dormido.

Caminó hasta la habitación de Liliana buscándola y no la encontró. Miró por la ventana y notó que la noche ya estaba sobre Santos. Se sintió más tranquilo pues ya no saldría a no ser que fuera extremadamente necesario y así evitaría ser atropellado. “Seguramente Liliana fue al velorio” Pensó.

Caminó para salir de la alcoba recordando al padre Ignacio y se sintió culpable por no acompañarlo y despedirlo como se merecía, pero primero estaba salvar su propia vida. Mirándose al espejo de su hermana se comprometió a asistir al día siguiente al funeral como fuera.

Iba a cerrar la puerta cuando algo lo detuvo. “Una carta bajo la almohada de su hermana llamó su atención”. Intentó marcharse, pero le sorprendió tanto aquel sobre que disimuladamente lo abrió.

Una carta casi del mismo porte de la que recibió Vicente del Toro unas horas antes en Santiago. Un hombre empresario y rico, y un joven pueblerino unidos por una misma acción. Ambos habían abierto una carta que hubieran preferido no abrir.

Sergio estiró el papel y la nota era solo un par de oraciones que decían:
“Quiero decirte algo importante. Si aún me quieres dar una oportunidad te espero bajo el “Árbol del Alfa” en el bosque de tu parroquia al atardecer… Franco”

- ¡Franco! ¡Franco! ¡Franco!... ¡Maldito Franco! - Gritó furioso Sergio que con un puñetazo en la muralla rompió su reloj en la muñeca izquierda dejándolo fijo en las nueve de la noche.

La sangre de Sergio hirvió. Le indignaba que su hermana se mezclara con el ex delincuente ese, como él catalogaba a Franco. Salió de la pieza de Liliana y rojo de rabia llegó al living. Su abuelo dormía en una improvisada cama al fondo. Abrió la puerta principal y se dio cuenta que ya estaba oscuro. Vio la bicicleta botada en el patio junto al portón principal y gritándole a su abuelo que volvería en unos momentos tomó su vehículo de dos ruedas y pedaleando aceleró.

Su corazón estaba ciego. Tenía rabia absoluta y ni siquiera el sueño premonitorio le preocupaba.

Pasó bajo un árbol de almendras en el camino de tierra a toda velocidad. Su reloj seguía marcando las nueve de la noche. De pronto el recuerdo de su pesadilla atravesó su mente. Todo concordaba: Era de noche, iba en bicicleta muy acelerado y el reloj marcaba las nueve de la noche. Se detuvo de golpe en el camino y levantó una nube de tierra al frenar. Suspiró y trató de calmarse "Mejor dejo la cleta en casa" pensó y regresó para dejar su medio de transporte. No permitiría que la muerte lo alcanzara, pues aunque había pinchado las ruedas de la única camioneta verde de todo el pueblo, más valía estar prevenidos.

Dejó la vieja bicicleta en el patio de su casa. Miró el cielo cristalino del anochecer. Pensó en la nube negra que había aparecido en la capital y se preguntó si de algún modo esa nube estaba unida a él. Después de todo había aparecido en sus sueños también. Respiró profundamente y volvió a emprender su andar rumbo al pueblo, esta vez caminando.

Atravesó el almendral con temor hasta que inesperadamente el sonido ensordecedor de un auto frenando a toda velocidad a lo lejos, resonó en el campo. Corrió el par de kilómetros que faltaban y finalmente llegó a la carretera de asfalto y cemento unos veinte minutos después. Dobló a su izquierda en dirección al centro de Santos. Unos metros antes de la entrada al puente de bienvenida una camioneta verde y una patrulla de carabineros llamó su atención.

Se acercó corriendo para ver que había sucedido.
- Ya le dije oficial, se me cortó uno de los frenos por eso choqué con el árbol – Declaraba un hombre que no conocía.

Sergio miró de reojo y comprobó que un álamo estaba casi quebrado por culpa del accidente.
- Por suerte no resultó nadie herido – Dijo el oficial – Si no hubiera sido porque casi todo el pueblo está en el velorio del padre Ignacio, pudo haber chocado o atropellado a cualquier persona.

Sergio no lo podía creer, lo había conseguido. Había vencido a la muerte.

Bastante más tranquilo siguió caminando y atravesó el puente rumbo al centro del pueblo aunque en su soberbia se repetía que “No iba a permitir que Liliana y Franco volvieran a estar juntos”. Empuñando la mano se perdió en las calles de Santos.

Bajo una hermosa luna llena el pueblo parecía iluminado por un faro inmenso suspendido en el cielo.
Franco continuaba haciendo lo imposible por sacar la mano de la pileta sin morir ahogado en el intento, pero cuando el agua le llegó al oído las personas empezaron a desesperarse.

- ¡Uno, Dos y…! - Decía un hombre que intentaba tirar a Franco para que sacara la mano del desagüe.
- No, no, no espere – Respondió Franco al borde de las lágrimas porque tenía el brazo dormido entero.

El agua le cubrió un costado de la cara del muchacho dejando su ojo derecho bajo el agua. La nariz empezó a sumergirse mientras las personas trataban de cerrar las llaves de agua, pero Franco sentía que iba a morir de esa estúpida manera. Finalmente el agua cubrió su cabeza casi completamente mientras con la mano izquierda él golpeteaba el aire y todos trataban de ayudarlo.

Bajo el agua abrió sus ojos y algo muy extraño le sucedió. "Hubiera jurado que sus manos se volvieron blancas como la leche". Se sintió como volando y capaz de conseguir cualquier cosa. Vio una luz tan grande que lo cegó y de pronto, sin ninguna explicación su cuerpo salió disparado liberándolo ante la mirada atónita de todos a su alrededor.

Las personas respiraron aliviadas. Franco sintió que sus pulmones se volvieron a llenar de aire y miró la hermosa luna llena que alumbraba la noche. Se sentó en el suelo y recorrió el lugar con la vista buscando a Liliana entre la multitud. Por fin, sus ojos se encontraron con la hermana menor de Sergio que con su sola presencia hizo que el corazón de Franco saltara como un niño. La gente lo miraba, pero él solo tenía ojos para Liliana que parecía una flor entre espinas. Disimuladamente y haciéndole un gesto cómplice caminó a los patios traseros de la parroquia, al árbol del Alfa para que ella lo siguiera.

Al interior del templo entre tanto, el ambiente era totalmente distinto:
“Padre nuestro,
Que estás en el cielo,
Las personas se notaban tristes y llenas de pena

Santificado sea tu nombre…
Venga a nosotros tu reino…”
Todos llenos de fe

La multitud se había instalado junto al féretro que permanecía cerrado y desde ese momento se sabía que el funeral del padre Ignacio sería el más concurrido de los últimos tiempos en el pueblo. Niños, adultos, jóvenes y ancianos. Todos querían despedir al casi santo de los santos que tantas veces había ayudado a las personas en momentos difíciles. Que había sido más que un cura, un amigo, un hermano, un padre y un guía para muchos de ellos.

- Leonardo… Leonardo – Susurró la hermana Angélica al oído de Leonardo, mientras las personas seguían rezando por el descanso eterno del tan querido párroco. Leonardo la miró con cara de pregunta. Necesito hablar con usted – Dijo la religiosa de hábitos grises – Venga – Agregó haciéndole un ademán con la mano para que la siguiera.

Ambos se movieron entre los habitantes de Santos que con cantos lloraban la repentina muerte del padre Ignacio. Salieron a los patios delanteros. Afuera la multitud estaba mucho mas dispersa y varias personas bebían café para pasar el frío de la noche. Algunos todavía comentaban lo acontecido con Franco en la pileta de agua unos momentos antes.

Don Leonardo intentó preguntarle adonde iban, pero la hermana Angélica casi no lo dejó hablar insistiéndole en caminar y pronto comenzaron a ver los bosques traseros de la casa parroquial, donde estaba el “Árbol del Alfa”.

Franco y Liliana habían llegado unos momentos antes a los pies del mismo árbol. El muchacho no sabía bien que decir, solo se conformaba con estar junto a su colorina preferida.

- Ven siéntate aquí - Murmuró Franco y se acomodó a un costado del tronco que fácilmente tenía unos diez metros de espesor. – Quiero decirte algo – Agregó mientras sintió que todo lo que había ensayado no le servía de nada pues continuaba muy nervioso. Liliana lo miró y le pidió que hablara rápido ya que sus padres seguramente la estarían buscando – Yo sé que tú pasaste varias penas por mi culpa, pero yo era un adolescente infantil. Ahora que ya tengo veintiún años, quiero que sepas que yo he cambiado. Yo se que tenemos cuatro años de diferencia en edad – Franco guardó silencio. Carraspeó la voz y continuó: “Quiero pedirte oficialmente…”

Cuando Franco se disponía a dar el tiro de gracia, la suerte le falló una vez más porque Liliana vio que se acercaban cuchucheando don Leonardo y la hermana Angélica hacía donde ellos estaban. Con sus manos tapó la boca de Franco y se escondieron tras el árbol para no ser vistos, solos, de noche y en esa oscuridad que apenas les permitía verse la cara.

- Venga, Venga – Dijo suavemente la hermana Angélica mientras Leonardo intentaba seguirle el paso – Aquí nadie nos va a escuchar
- Puede decirme lo que está pasando hermana – Gruñó don Leonardo, mientras Franco y Liliana se miraron cómplices escuchando todo – Me sacó en plena oración y supongo que es algo muy importante.
- Si… - Respondió seca la hermana Angélica – Pero nadie puede saberlo – Franco arrugó las cejas y atentó se quedó esperando la continuación – Antes de morir, el padre Ignacio escribió una carta.
- ¿Una carta? – Preguntó un poco confundido Leonardo que se paseó de un lado a otro – No entiendo, explíqueme que tiene de malo eso – La hermana Angélica continuaba casi temblando - Mire hermana, estoy en plena oración. Yo no quiero faltarle el respeto, pero estamos rezando por el descanso del Padre Ignacio y lo menos que me parece es estar hablando de él aquí escondidos.
- ¡Déjeme hablar! – Interrumpió la hermana Angélica – El punto no es la carta, sino a quien le escribió esa carta – Franco y Liliana volvieron a mirarse con esa sensación de que escuchaban cosas que no debían escuchar - La carta fue enviada hace unos días, y estaba dirigida a Vicente del Toro.

Leonardo dio un paso atrás como si un animal lo asechara. Miró la luna llena y su corazón se estremeció como nunca antes. Se persignó como armando un escudo contra algo. Estuvo apunto de desmayarse, pero intentó sostenerse en pie.

- ¿Porque el padre Ignacio le escribiría una carta al innombrable? – Preguntó el hombre
- Yo tampoco lo sé, pero lo que si se, es que si Vicente recibió esa carta, lo más probable es que sepa que el Padre Ignacio murió y regrese a Santos para cumplir el contrato… Si eso pasa, tendremos que dar una gran batalla
- Todos sabíamos que este día llegaría tarde o temprano hermana- Respondió Leonardo intentando mantener la calma – Lo que pasa es que ahora no está el guardián principal, el padre Ignacio.
- Tenemos que reunirlos a todos nuevamente. Si ese hombre viene, hay que estar preparados para proteger este pueblo... Recuerde que en su fe se esconde el mayor secreto del mundo

Las manos de Leonardo y la monjita se cruzaron. Liliana y Franco se hicieron un gesto para no hablar. La religiosa y el ayudante de aseo de la parroquia se sintieron más amigos que nunca. Se notaba que una guerra pronto empezaría y debían combatir juntos. Varias hojas de los árboles cayeron y una ráfaga de viento meció el hábito de la hermana Angélica. "Esto apenas comienza" se dijeron.

“Francooo” “Francooo”
Susurró el viento en los oídos de Franco que miró a todos lados asustado.
Fue en ese momento cuando una de las hojas del árbol se metió en la boca de Franco haciendo que este se atorara y tosiera tan fuerte que lo escucharon. Asustados, Franco y Liliana corrieron desde el árbol hacia los campos traseros, sin que la monja o el ayudante de parroquia pudieran identificarlos. Lo que si sabían era que alguien más sabía de la existencia de la carta a Vicente del Toro.

- ¿Quién será Vicente del Toro? – Dijo Franco agitado una vez que se detuvo en los bosques
- No sé, pero ahora tengo que irme. Mi abuelo está muy enfermo y mis papás vinieron un ratito solamente porque es el velorio del padre Ignacio

Liliana deslizó su mano por el cabello de Franco y las yemas de sus dedos se toparon con una pequeña cicatriz que Franco tenía a un costado del oído izquierdo y que era cubierta por el pelo. Franco no dijo nada de lo que tenía planeado y solo se dejó llevar para encontrarse boca a boca con la adolescente por la cual él había dejado el mundo del vicio. Se besaron.

En ese preciso instante, la luz de la linterna que Sergio traía consigo les dio en la cara y el hermano de Liliana corrió empujando a Franco haciéndolo caer de espaldas al suelo.

- ¡¡Suéltala!! – ¿Qué te pasa hueón? ¡Ah! – Gritó alterado mientras Liliana le pedía calma – ¡¡Pobre de voh que te vuelva a ver cerca de mi hermana, Drogadicto delincuente!!

Franco se incorporó limpiándose la ropa. Empuñó las manos pues hacía mucho tiempo que tenía ganas de golpear a Sergio, pero algo lo detuvo y quizás por respeto a Liliana se contuvo.

- ¡Vamos Liliana! – Ordenó Sergio que tenía la misma edad que Franco y la tomó del brazo – Y tú delincuente barato, aléjate de mi hermana si de verdad la quieres - Amenazó

Liliana miró una vez para atrás mientras Franco restregó sus nudillos en los ojos tratando de no llorar. Recordó la última vez que lo había visto antes de que se marchara del pueblo. La veces que le robó dinero o la engañó con mentiras para consumir drogas.

- "Pobrecito" – Susurró ella mientras Sergio la amenazaba y la gritaba. - No le digas nada a mi mamá por favor – Suplicó Liliana
- ¡Vamos a la casa!-Respondió Sergio que no soportaba la idea de que Liliana se hubiera mezclado con Franco.


La sede parroquial, el templo y los patios estaban llenos de personas. Una luna llena acompañaba los cánticos de la multitud que crecía con cada segundo por el descanso del padre Ignacio. La noche ya estaba sobre Santos.

En la ciudad de Santiago, en cambio, los edificios día a día eran más altos. Incluso el sol parecía más lejano y la luz directa en el suelo cada vez era menos pues su curso lo tapaban inmensos gigantes de cemento y metal que se alzaban como dioses.

En los últimos pisos de uno de los edificios más altos e inmensos de todos, vivía Vicente del Toro. Su vida siempre había estado llena de riquezas y placeres. Tanto su empresa como su casa eran sin duda un ejemplo de altura y arquitectura. Estaba acostumbrado al dinero y el poder. Había nacido en cuna de oro y parecía que el dinero jamás le faltaría. Sin embargo, arrastraba consigo una gran pena y un gran dolor, que lo había transformado de ser un hombre bueno y de noble corazón en un destino sin rumbo capaz de ser el más despiadado de los seres sobre el planeta. Tenía tanto poder sobre todo lo que poseía que hacía firmar a todas las personas que lo rodeaban un papel donde aseguraban que Dios no existía. Incluso a Fiama, su única hija, le tenía prohibido cualquier gesto de fe. Lo que él no sabía era que la señorita de la casa, cada noche hablaba escondidas con Dios. Un Dios que no sabía como era, ni donde estaba, pero que la acompañaba en la soledad de su vida llena de fortuna económica.

- Buenas noches don Vicente – Dijo su mayordomo cuando el empresario entró en la casa y le recibió el abrigo. - ¿Va a cenar?

- Por su puesto Vicente no respondió al saludo. Caminó hasta sus ventanales y observó la ciudad. Volteó y miró serio a su sirviente que no se movía hasta que él se lo permitiera.
- ¿Mi hija volvió? - Preguntó prepotente
- Si don Vicente, pero parece que no se siente muy bien. La vi llorar
- Ve a buscarla, dile que quiero que venga. Necesito hablar con ella
- Si me permite don Vicente, yo creo que la señorita Fiama necesita descansar. Se nota que tuvo un día terrible, parece que terminó con el joven Justin.
- ¡No te tengo para que pienses!... ¡Te dije que la fueras a buscar!... ¡La espero en el comedor en cinco minutos!... – Impuso Vicente que recordaba una y otra vez el contenido de la carta que había recibido.

El empleado se retiró aterrado. Definitivamente esa noche Vicente del Toro era el demonio en persona.

Vicente volvió a su mirada fría y altanera. Respiró profundamente mientras se sirvió un trago y recordó una sola frase de aquella carta y que le llamaba mucho la atención: “Y si aún así decides atacar Vicente, moriré tranquilo, pues, tres jóvenes te enfrentarán y defenderán a cabalidad Santos, a su gente, su fe y su secreto. Pero espero de corazón que tú…”

- Tres jóvenes eh – Susurró malvado Vicente mientras bebió un sorbo de su trago - ¡¿Qué pueden hacer tres jóvenes contra mi?! - Gritó - ¡Que soy un DIOS! – y Furioso tiró el vaso frente a la muralla llena de sus diplomas.

Aquel gesto remeció su corazón. Su maldad ya lo tenía casi controlado.

Un corazón aparte del de Vicente se estremeció cuando la copa se rompió. Era una mujer de cabellos largos que en algún lugar del mundo cruzó sus manos y habló en voz baja “Dios mío, el toro despertó. La guerra va a comenzar”

El pueblo de Santos esconde varios secretos, pero el mayor de ellos está relacionado con la fe y el futuro del mundo. Parece increíble pero uno de los pueblos más pequeños se esconde el secreto más grande de todos.

Bajo el suelo del templo parroquial de Santos donde velaban al padre Ignacio existía un lugar oculto. Un secreto escondido en ese lugar y un pasado y un futuro que dependían de la reunión que ahí se realizaba.

Había una mesa redonda con siete sillas y tras esas sillas, siete espejos del tamaño de una puerta. Esa noche la mesa estaba incompleta, pues el puesto del padre Ignacio estaba vacío. Estaba La hermana Angélica, El padre de Sergio y cuatro personas más. Todos vestían un traje café que los hacía parecer monjes con capuchas. Al medio de la mesa una vela a medio encender, y en la muralla un cuadro de madera viejo que tenía dibujada una paloma, una cruz y una luna acompañaban el ambiente. Don Leonardo que hacía de barrendero en la parroquia cuidaba mientras tanto la entrada a ese lugar ubicada en un sector escondido del patio de la parroquia, junto a una inmensa figura de Cristo en madera.

- Es cierto - Aseguró la hermana Angélica - El padre Ignacio le escribió la carta a Vicente del Toro antes de morir

Un silencio invadió cada rincón de la sala de reuniones secreta. La hermana Angélica tomó la palabra recordándole a todos que tenían solo siete días para defender el secreto que guardaban o de lo contrario el "Toro" tomaría posesión de todo desatando la guerra que tantos temían.

- ¿Qué podemos hacer? - Pregunto la voz de otro guardián que por su tono se notó que era mujer

La religiosa miró a todos a su alrededor y dejó caer sobre la mesa un libro grande y pesado, como una enciclopedia, que se notaba muy antigua y que tenía extraños símbolos en la tapa

- ¿Qué es esto? - Preguntó asombrado el padre de Sergio vestido como un guardián mas
- La séptima copia del libro de la vida, la primera Biblia existente - Respondió la hermana Angélica y luego agregó: En el planeta existen siete sellos, tres que nivelan el bien y tres que nivelan el mal cada uno protege una zona de la tierra, mas el de nosotros que es el equilibrio entre todos los demás porque está oculto al fin del mundo en el único país que tiene todos los climas existentes en la Tierra - Nadie dijo ningún comentario y ella continuó - existen siete libros de la vida o Biblias sagradas, como ustedes prefieran llamarles, cada una junto a uno de los sellos de Ixthina...

Ante el silencio y asombro de todos la hermana Angélica posó su mano sobre la tapa del gigantesco libro que estaba cubierto de polvo y que tenía escrita la frase "Conjunto de libros" en arameo, el idioma del tiempo de Cristo.

- Nunca pensé que sería en nuestro tiempo que tendríamos que usarlo… este libro puede ayudarnos mostrándonos las profecías que vienen del mundo
- ¿Entonces si existía este libro? - Susurró una voz de hombre con tono de incredulidad
- Yo creía que era solo un mito - Murmuró otra persona
- Si - Contestó la monjita y agregó: Este libro a lo largo de la historia ha ayudado al ser humano a salvar el mundo: Entre muchas cosas, "Anunció el gran diluvio en el tiempo de Moisés", "Mostró a los discípulos de Cristo el camino y a que ciudades debían ir", "Le enseñó a Buda el origen de la coexistencia como un todo creado bajo la mano de un ser lleno de amor, llamado Dios"
- También ayudó a los escritores de "I-Ching" a crear el libro mas antiguo de la creencia oriental, inspirándolo a aconsejar al humano que lo consulte... – Interrumpió la voz ronca de un guardián oculto bajo su traje - De sus fuentes salió el Corán también
- Disculpen - Dijo una voz - Yo que soy el más joven en esto, no se mucho, pero si mal no entiendo, esta Biblia ¿Anuncia las grandes catástrofes?
- No cualquier catástrofe, solamente las que ponen en peligro la continuación de la vida en el planeta - Contestó la voz escondida bajo la capucha café – Cuando eso pasa, al final de los siete libros existentes en el planeta aparecen dos hojas nuevas la primera con una profecía que guía a los guardianes en su lucha… y la segunda con la fecha en que sucederá todo
- Para que todos entiendan - Interrumpió la hermana Angélica - La Tierra ha estado en peligro más de una vez en la historia...Entre las más recientes está el incendió que acabó con el imperio Romano que podría haber sido el fin del mundo, si antes Cristo y sus discípulos no hubieran enseñado a la gente sobre el amor y la vida eterna... Fue tan grave todo, que Dios tuvo que enviar a su hijo a guiarnos y prepararnos… Cuando la guerra santa entre unos y otros iba a desatarse, Constantino, aceptó la fe cristiana como religión y entonces todo se calmó.

Con el tiempo muchas veces el mundo ha estado en peligro, en la Edad Media se sucedieron las predicciones del fin del mundo a partir de la interpretación de los textos bíblicos, interpretaciones de las estrellas y varías cosas más, lo cierto es que todas esas veces ha habido héroes anónimos cuya mayor riqueza es la fe y que se han encargado de salvar al mundo. El año 800, el fin del año 999, el año 1370, 1524 Y 1525, y un sin fin de veces más. De esas algunas son ciertas, pero gracias a la fe de las personas el mundo se ha mantenido intacto. La más reciente fue el 11 de Agosto de 1999 donde un afamado hombre en Europa anunció que un satélite ruso caería sobre Francia desatando una guerra que pondría fin al mundo

- ¿Ese día no fue el eclipse mas grande en la historia, el que los Mayas anunciaron también? - Preguntó alguien

- Sí, pero nuevamente los guardianes del sello del centro del mundo salvaron a la humanidad, más tarde vinieron los atentados a las torres gemelas en Estados Unidos, que en verdad fueron provocados por…- La hermana Angélica prefirió callar – Quiero decir que desde los inicios se sabe que el mayor riesgo está dentro de nosotros mismos porque los humanos buscan poder y gloria, no humildad… Cristo intentó mostrarnos eso, pero lo llegaron a crucificar… Los seres humanos no están preparados para conocer el secreto de Ixthina,… No es llegar y jugar con la fe, durante siglos diferentes sectas y creencias han anunciado el fin de los tiempos, por suerte ninguna profecía se ha cumplido... Sin embargo - La hermana Angélica cambió su tono de voz - Hace unos años atrás el 02 de Marzo de 1985 el padre Ignacio cometió un error grave y el futuro del mundo estuvo en peligro…
- El día del último gran terremoto en la zona central de Chile – Murmuró la voz del guardián mas joven
- Ahora que él padrecito ha muerto es posible que nosotros tengamos que pelear en nombre de Dios...

El silencio reinante y fúnebre permitió que la religiosa continuara y abriera el libro en las últimas páginas. En la primera página se podía leer una profecía, en la segunda aún no aparecía nada

"Si por las cuatro esquinas del mundo
Aparece la señal temida por todos
El Toro intentará levantarse
Manejar los siete mares del pescador
Llantos se escucharan por doquier
Cubriendo de sombras el corazón humano
Levantando espadas entre hermanos
Y cegando a los bebés para poder ver
Ante todo lo que precede al hombre
La luz del rey más grande es la única guía
Unida entre tierra, agua y aire para ser
Que en el último lugar del mundo
Deberán frente al toro morir o vencer…"



- Tenía la esperanza de que no aparecieran estas dos páginas – Susurró la mujer entregada a la fe
- ¿Qué significa? – Preguntó la voz del guardián mas joven
- Habla de los cuatro puntos cardinales del mundo, Norte, Sur, Este y Oeste, que serán marcados por una señal…- Respondió la hermana Angélica
- La nube en forma de cruz que ha aparecido en algunos lugares - murmuró uno de los guardianes
- Sí – Confirmó la religiosa – El Toro, es Vicente del Toro, que intenta levantarse contra Cristo que es el pescador de hombres que cambió el mundo – Todos seguían prestando atención a la mujer – Tierra, Agua y Aire son los tres elementos principales de vida que representan a los tres ancianos guerreros que debemos encontrar para salvar al mundo…
- ¿Cuántos días tenemos? – Preguntó la voz ronca de un hombre
- Tres para que Vicente del Toro use el anillo, Tres para encontrar a los guerreros y prepararlos y siete para detener la guerra santa antes de que empiece dejando a Ixthina desprotegida
- Lo importante es tomar una decisión ahora, todas las personas que están afuera en el templo, en los patios y en la parroquia nos extrañaran sino salimos pronto – Dijo enérgico el padre de Sergio – Además yo tengo que volver a mi casa, mi papá está muy enfermo y no quiero que le pase algo mientras yo no estoy con él y con mis hijos
- ¡Disculpa! – Dijo una voz que golpeó la mesa con su puño – Pero cuando aceptamos esto, dijimos que lo mas importante sería esta misión
- Lo se - Contradijo el padre de Sergio – y por lo mismo estoy aquí.
- No debemos discutir – Interrumpió otra voz intentando calmar los ánimos – mejor pensemos que haremos si Vicente del Toro regresa y ataca. Ya bastante tenemos con la inexplicable muerte de Ignacio
- Tal vez no va a atacar – Interrumpió la hermana Angélica – Quizás la carta no decía nada del otro mundo
- ¿Entonces para que escribió esa carta el padre Ignacio? –Preguntó el padre de Sergio
- Yo propongo que traigamos de regreso a Valentín – Dijo una tercera voz que había permanecido en silencio y nadie se atrevió a decir nada
- Yo también lo había pensado – Añadió la hermana Angélica – pero…
- Me sumo a esa opción - Interrumpió el padre de Sergio y agregó: Tendremos que viajar ahora mismo
- No tenemos elección, es el único que puede ayudarnos a enfrentar a Vicente del Toro. – Aseguró la cuarta voz que no había emitido opinión
- Yo iré a enfrentar a Vicente del Toro ahora – Dijo la hermana Angélica sorpresivamente y todos se quedaron estupefactos – debemos saber si pretende atacar o no
- ¿Tu fe está fuerte como para enfrentarlo? – Pregunto una voz
- Si – Respondió ella segura y agregó – Además mientras Vicente del Toro no se ponga el anillo seguirá siendo vulnerable
- En eso tienes razón – Apoyó el padre de Sergio – La única manera de detenerlo es evitar que se ponga el anillo o por lo menos detenerlo hasta que encontremos a los tres ancianos guerreros

Poniéndose de pie la hermana Angélica que estaba irreconocible con la capucha café estiró su mano y los demás la siguieron uniendo todas las manos al centro de la mesa. Juntos dijeron: “Si la batalla viene, la libraremos con valor y fe en el nombre del padre, del hijo y del Espíritu Santo”.

- Que el Toro se prepare, porque si cree que nos rendiremos sin luchar está equivocado – Dijo la cuarta voz y todos se miraron como si estuvieran en un cuartel. Sus corazones se hincharon de fuerzas y fe, al verse unidos en una sola razón. En un solo propósito y en una sola guerra que defendía más de lo que el mundo estaba preparado para entender. Era casi media noche.


Vicente del Toro miró su reloj. Era tarde, muy tarde y estaba cansado.
La cena seguía su curso como si nada y el silencio reinaba en la mesa.
- ¿Qué te pasa? – Preguntó seco y Fiama, su hija, lo miró. Siempre había sido tan lejano y lleno de reuniones que le llamó la atención la repentina pregunta de su padre. En un momento incluso tuvo deseos de contarle que había terminado su noviazgo con Justin, pero prefirió dejar que su padre continuara hablando – Quiero que sepas que voy a viajar mañana temprano – La muchacha no se sorprendió
- ¿Cuántos días don Vicente? – Interrumpió el canoso mayor domo mientras servia los postres
- Vuelvo mañana mismo – Respondió Vicente y entonces su hija si se extrañó pues estaba acostumbrada que su padre viajara durante semanas. – Voy al pueblo de Santos. - La bandeja del empleado se cayó al suelo de la impresión. - Ignacio murió – Agregó Vicente mientras su hija lo miraba sin entender nada. Los puños de Vicente del Toro apretaron una servilleta. Sus cejas se curvaron y las sombras empezaron a manejar su corazón – Ya es hora de cumplir mi promesa.

Los cristales de los ventanales temblaron con aquellas palabras. Fiama se levantó de la mesa y pidiendo permiso se retiró a la habitación. Se sentó en la cama y sola dijo:

“Dios o no se como llamarte. Si puedes escucharme, cuida al papá. Está más raro que nunca y sus ojos reflejan odio. También si puedes, solo si puedes, ayúdame a no llorar por Justin. No dejes que mi vida se vuelva triste por no tenerlo a mi lado. Dame valor y fuerzas y perdona a mi papá por negarte. Cuida a Justin.”

¿Dónde estarás ahora Justin? – Se preguntó abrazada a un osito de peluche que él le había regalado
Se acurrucó en la cama y mirando la ventana se durmió pensando en Justin, su enamorado.

Faltaban pocos minutos para que dieran las doce y terminara el día cuando en el pueblo de Santos, Franco regresó a su casa. Sus padres no estaban y los empleados se habían dormido. Fue a la cocina, se sirvió un poco de leche y respiró intranquilo. Se sentía solo pero alegre por haber besado a Liliana. Aunque tuviera todo el dinero del mundo, todos los sirvientes y todas las ganas, parecía que nadie le creería que él había dejado su vida de drogas atrás, sin embargo a él le bastaba con saberlo por si mismo.

Entró a oscuras en su habitación. Prefirió no prender el computador, ni el televisor. Simplemente quería descansar. Le dolía aún el brazo por lo sucedido en la pileta. Cerró sus ojos y tranquilo se durmió. De repente el silencio lo asustó y abrió sus ojos. Encendió la luz de su lámpara y al mirar la impresora encontró un papel casi recién impreso que decía: “Valor Franco, todo lo que ayudes, yo te ayudaré. Todo lo que temas yo te defenderé. Solo necesitaré toda tu alegría en la batalla”. ¿Qué cresta pasa aquí? Se preguntó en voz baja, pero grande fue su sorpresa cuando vio que la impresora estaba sin conexión a la corriente. Asustado se cubrió con la sábana y comenzó a orar a Dios, su padre celestial, como su fe se lo había enseñado. Sin embargo, el ruido de su computador lo sobresaltó nuevamente. Miró la pantalla y había un mensaje en letra grande que decía: “NO DUERMAS AHORA FRANCO, CORRE AL PUENTE DEL PUEBLO. CORRE QUE NO HAY TIEMPO. ¡CORRE!”.

“Es una broma” – Murmuró y de pronto recordó la voz que había escuchado en el Árbol de Alfa.
La curiosidad lo envolvió y un poco enojado saltó por la ventana de su pieza para ir al puente del pueblo que no le quedaba lejos sin saber si quiera que buscar. Cayó en unos espinos que estaban en sus jardines y quedó adolorido. Se incorporó y se marchó a toda prisa.

Fe es creer en algo que no se ve. Algo que no se toca, algo que no se sabe como nace, como crece o como se deshace, pero que de alguna manera, sabes que existe.

Hay personas que vienen al mundo por un motivo especial y esas personas están dispuestas a dar todo por lo que creen. Franco era uno de ellos y aún no lo sabía. Él tenía razón: ese día sería especial.

En Santiago el oculto piso 21 de las empresas de Vicente permanecía con luces encendidas. Diferentes científicos e investigadores liderados por Raquel continuaban experimentando apoyados por el dinero que Vicente del Toro había donado.

- Mire lo que encontramos - Dijo uno de los corpulentos guardias que custodiaban la entrada secreta al lugar y el periodista que traían en andas rodó por el suelo - Estaba espiando – Agregó el secuaz de Raquel mientras ella lo reconoció de inmediato.
- ¿Qué diablos es esto? - Preguntó maravillado el joven reportero al mirar a su alrededor.

Había distintos personajes vestidos de blanco manejando unos computadores. Al centro del lugar un enorme pilar redondo de cristal dejaba ver en su centro una especie de antena pequeña.

- Era cierto... - Susurró el hombre estupefacto - El mundo quedará asombrado con esto

Raquel lo miró detenidamente. Luego hizo un gesto a sus gigantes guardianes para que tomaran al periodista en el aire mientras este pedía que lo bajaran.
- ¿Sabes lo que le paso al gato por curioso? - Preguntó Raquel mirándolo a los ojos y luego los gorilas armados abrieron una casi invisible puerta en el cilindro de cristal y lo tiraron como si fuera un títere al interior - Precisamente necesitábamos un conejillo de indias - Murmuró Raquel que levantando el brazo izquierdo dio instrucciones a un hombre oriental para que presionara diferentes botones.
- "¡Sáquenme de aquí ahora mismo!" - Gritó el periodista mientras se incorporaba

La mirada de Raquel fue acompañada por su sonrisa. La antena pequeña en forma de hélice comenzó a girar a un costado del periodista. El muchacho retrocedió y apoyó su espalda contra los cristales. La antena giró a mayor velocidad cada vez y una inmensa luz envolvió al joven que dio un grito desgarrador.

La mayoría de los habitantes de Santos viven en las afueras del pueblo, como es el caso de la familia de Sergio que llevando a Liliana de la mano entró a su casa enojado. Su madre y unas vecinas estaban sentadas en un sillón viejo y destartalado, mientras en una cama al fondo, se veía a su anciano abuelo.
- Tu abuelo quiere verte Sergio – Dijo de inmediato la madre al verlo entrar.

Sergio miró a Liliana con ganas de delatarla, pero corrió al lecho de su tata y se sentó junto a él en la cama. Había sido un día muy largo. Le pidió que estuviera tranquilo y le prometió que se pondría bien.
- Hola pistolero… - Murmuró con esfuerzo el anciano – parece que me voy a tener que ir lejos
- No po tata, no hable tonteras – Respondió Sergio conteniendo sus lágrimas, mientras en el sillón su madre, su hermana y sus vecinas se pusieron de pie y se tomaron las manos para rezar.
- Quiero que sepas que eres mi orgullo – Susurró el viejo que se esforzaba con cada palabra que decía – pase lo que pase te cuidaré, te ayudaré y te acompañaré siempre.
- Ya po tata, no diga eso que me da pena po oiga – Respondió Sergio con los ojos llenos de lagrimas
- Pistolero, algún día tendrás que ser muy, pero muy valiente. Tendrás que dar una gran batalla y verás en quienes hoy son tus enemigos, a grandes aliados. No lo olvides, tu esfuerzo, tu empeño y tu tenacidad serán tu mayor fe. Y si tienes miedo lucha más todavía, recuerda que Cristo nunca soltó la cruz… Pistolero no dejes que el Toro gane - El abuelo guardó silencio pues una puntada anunció que su fin estaba llegando… - Si te sientes solo, mira las estrellas yo estaré ahí…

Luego de aquellas palabras que predecían un futuro incierto en la vida de Sergio, el cuerpo de su abuelo perdió toda noción del tiempo y su figura se durmió apaciblemente en la cama. Respiraba pero su fin estaba cerca.
- ¡¿Mi papá dónde está?! – Preguntó Sergio que se desesperó.
- No sé, - Respondió su madre – En la parroquia me dijo que tenía que resolver algo importante y que me viniera a la casa, que él vendría lo antes posible.
- ¡Hay que ir a buscar un médico! – Dijo Liliana mientras abrazó a su madre y las vecinas la apoyaron dándole ánimos - ¡El tata se va a morir!
- Otra muerte más en Santos – Agregó una de las vecinas
- Dios mío no nos abandones – Completó la madre de Sergio

Sergio se puso como loco al escuchar aquellas palabras. “Su tata muerto”… No lo iba a permitir. Desesperado salió al patio y tomando su bicicleta, la misma que tantas veces lo había acompañado, salió rumbo al pueblo hecho un bólido.

A la misma hora que Sergio salió como loco de su casa en la bicicleta, los pensamientos de egzo kilometros raba preciosa en lo alto del firmamento.
Vicente del Toro que estaba sentado a oscuras en su living fumando, fueron interrumpidos por el timbre. Esperó que su mayordomo viniera a abrir, pero al ver que no aparecía caminó y abrió la puerta de su espectacular departamento. Frente a él apareció la hermana Angélica.

Hubo un momento de silencio entre ambos. Ella jamás había hablado con Vicente, sólo lo había una vez de lejos en los años de juventud. El resto eran solo historias que había escuchado acerca de él.

Vicente retrocedió como aterrado y la hermana Angélica avanzó. Quedaron mirándose de frente en medio del living.
- ¿Qué quieres? – Preguntó Vicente del Toro - ¿Quién eres?.
- Soy una de los centinelas guardianes y vengo para pedirte que vuelvas a la luz – Respondió enérgica la religiosa que tenia un rosario blanco colgando de sus manos
- ¿No tienes miedo mujer? – Preguntó irónico el Toro
- En el nombre de Dios te exijo que regreses a la luz y liberes a Vicente
Los ojos del empresario se curvaron.
- ¡Déjalo!, ¡Te lo ordeno en el nombre de Dios! – Gritó la hermana Angélica y extendiendo su mano hizo que Vicente saliera disparado hacia atrás chocando con una de sus murallas y cayera al suelo.

Los ojos del cincuentón se volvieron negros como la noche y como un animal miró a la religiosa con odio. La nube negra en forma de cruz que cubría Santiago soltó un relámpago.

El empresario se incorporó y la hermana Angélica dio un paso atrás. Vicente del Toro sonrió y levantando su mano izquierda sin tocar a la mujer, ni acercársele, hizo que el rosario que llevaba se desarmara completamente.

Las perlas de madera que componían el elemento de oración quedaron flotando ante los ojos atónitos de la hermana Angélica. Luego el Toro sopló y las lanzó con todas sus fuerzas contra la religiosa que voló por los aires como una muñeca y cayó al suelo sangrando herida por su propio rosario. Luego de eso, la religiosa se desvaneció en el aire y Vicente se desmayó.

En Santos la servidora de Dios despertó media mareada y adolorida. Le salía sangre por la nariz y la boca. Miró a don Leonardo que vigilaba sus sueños y le dijo: “Ahora ya se que luchar con el Toro será muy difícil… hay que encontrar a los tres ancianos lo antes posible o el toro descubrirá el secreto y el mundo estará perdido”

Fiama entre tanto despertó sobresaltada por los vidrios rotos y la batalla entre su padre y la hermana Angélica. Se sentó en la cama y lo primero que pensó fue en “Justin”.

En esos momentos una camioneta verde se acercaba a Santos a toda velocidad. La noche estaba estrellada y Justin, quien manejaba la camioneta descontroladamente, iba casi llorando.

El reloj en la muñeca de Sergio que pedaleaba a toda velocidad montado en su bicicleta seguía marcando las nueve de la noche pues estaba roto. Iba sumergido en su desesperación cuando un inmenso viento lo envolvió. La tierra y las hojas de los árboles volaron a su alrededor. Trataba de mantener los ojos abiertos pero no podía. Solo pedaleaba por inercia. Inesperadamente escuchó un susurro muy fuerte que pareció decirle: “Sergio”… “Sergio”… “Valor Sergio, valor, necesitaré todo tu empeño y valor en la batalla así que no te detengas pase lo que pase. No temas yo estaré contigo”.

Su respiración se agitó más. Recordó el sueño que había tenido. Talvez la hora de su muerte había llegado, pero no moriría como un cobarde. Tendría valor y lucharía por salvar a su abuelo hasta su último aliento. Asustado aceleró hasta llegar por el camino de tierra a la carretera.
“En el peligro, Señor, tú estás conmigo” – Dijo repitiéndose una frase que el Padre Ignacio le había enseñado.

Por otro lado, tras la camioneta verde que manejaba Justin los postes principales fueron apagándose uno a uno y parecía que las sombras le pisaban los pasos. Sus manos sudorosas seguían temblando y con mucho esfuerzo controlaba el vehículo que fácilmente superaba los 120 kilómetros por hora.

Justin miró a su costado y forzando la vista pudo leer un letrero que decía “Bienvenido a Santos, tierra de milagros”. Se preguntó donde estaba pues había perdido la noción del tiempo y espacio desde que había peleado con Fiama durante el día. No quería saber de nada ni de nadie. Ya ni siquiera le importaba si su padre o Vicente del Toro, intentaba reclamarle por hacer sufrir a la señorita de clase alta.

“Tenacidad y nobleza Justin, necesitaré tu noble corazón en la batalla”.
Aquella frase desde hacía un tiempo lo seguía en sus sueños y no lo dejaba tranquilo. El caos se había producido aquel día cuando a su celular le había llegado un mensaje sin remitente con esas mismas palabras.

Tenía miedo, un miedo que nunca había sentido.

Desesperado tomó el rosario que tantas veces lo había calmado y gritando ¡Dios te odio! Abrió la ventana del auto y el crucifijo de madera café voló por lo aires chocando de frente con el rostro de Franco que venía caminando por el campo hacía la carretera.

Justin intentó secar sus lagrimas con la mano derecha mientras furioso aceleró todavía mas, sin embargo, no alcanzó a avanzar mucho pues se encontró a boca de jarro con un pueblerino tan joven como él (Sergio) que manejaba una gastada y vieja bicicleta.

“¡Noooo!” – Gritó Sergio

Justin intentó frenar. En la fracción de segundos que duró aquel instante hubiese podido asegurar que sus manos se volvieron blancas como la leche. Logró hacer un zigzag por la avenida evitando atropellar a Sergio con su vehículo.

El pueblerino cayó al suelo con bicicleta y todo justo en la entrada del puente. Sudado y tembloroso se puso de pie. Las rodillas le sangraban y una vez incorporado miró hacia adelante viendo la camioneta chocada contra la baranda del puente y detenida. Sus ojos se quedaron estupefactos. Era la camioneta verde de su sueño premonitorio.

Su impacto fue mayor al ver a un joven, no mucho mas adulto que él (Justin) bajarse del vehículo como si estuviera borracho y restregándose los ojos como llorando. Más aún, su angustia aumentó al verlo caminar hasta la baranda del puente. Sergio no supo que hacer. Soltó su bicicleta y corrió al lugar a pesar de lo adolorido que estaba.

“Dios mío, ayúdame, dame valor” – se dijo. - ¡¿Qué haces?! Preguntó al llegar.

En esos precisos instantes, Franco levantó su cabeza y mirando a lo lejos vio la bicicleta en el costado del camino. Vio también en el puente a un sujeto apunto de saltar y a Sergio intentando hablarle “¡Por la cresta! ¿Por qué a mi?” – Se preguntó y corrió mientras llamaba por celular a la policía.

Justin sobre la baranda del puente tenía los ojos llenos de llanto y se notaba que no era del pueblo. Fue la primera vez que Sergio, Justin y Franco se encontraron. Los guerreros por fin se conocían.

El muchacho citadino sobre la baranda volteó como si el tiempo no existiera mientras Sergio se acercó hasta casi tomarle la mano y puso un pie en la baranda.

- ¡No lo hagas!... No se que te pasa, pero no saltes - Suplicó Sergio.

Justin no dijo nada. Solo en su cabeza una frase daba vueltas “Justin, algún día necesitaré todo tu corazón en la batalla”.

- No saltes, no se que estás pensando, pero no saltes, la vida vale la pena – Dijo Sergio que se acercó tanto que le tomó la mano y al hacerlo sintió un escalofrío que jamás había sentido. Miró hacía la carretera y vio que Franco venía corriendo.
- ¡Dios te odio! – Gritó Justin con un aullido casi desgarrador y dio un salto elevándose, pero Sergio no le soltó la mano y cayó al vacío con él.

- “¡No!” – Gritó Franco desesperado mientras Sergio y Justin caían en la negra noche de Santos y él llegaba corriendo al medio del puente.

FIN CAPITULO 1
Autor: Juan José Álvarez G.

Esta historia es totalmente de ficción y no busca cambiar la fe, las creencias, ni el pensamiento de nadie. Su finalidad es solo la entretención. Cualquier semejanza con la realidad es solo coincidencia.


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En siete días más, capítulo 2